No
sólo de inteligencia vive el hombre
Hubo una vez, en un pueblo alejado, un hombre
muy serio que sabía muchas cosas, pues todo lo estudiaba.

En
el mismo lugar vivía otro hombre, que no sabía tanto,
pero siempre daba la impresión de estar feliz.
Un día se encontraron los dos hombres viajando en un tranvía.
El hombre estudioso propuso:

“Aprovechemos
el tiempo del viaje en algo importante”. El hombre feliz contestó:
“Resolvamos un problema y hagamos un trato. Si al final del
viaje usted no encuentra la respuesta al problema, me dará
el libro que lleva bajo el brazo. Si soy yo quien no la tiene, le
daré algo de lo que he aprendido en la vida”.
El
hombre serio aceptó. Al fin y al cabo, ¿quién
podría ganarle? ¡Él lo sabía todo! El
problema por resolver era éste: ¿Cuál es el
animal que sube la loma en cuatro patas y la baja en tres? El hombre
feliz disfrutaba el paisaje mientras que el hombre serio, afanoso,
buscaba la solución.
Al
final del viaje, el hombre que creía que todo lo sabía,
desesperado dijo: “¡No sé la respuesta!”
El otro hombre le dijo: “Entonces deme el libro”. Después
de entregar el libro, el hombre serio no podía aceptar que
hubiera algo que él no supiera, así que dijo al otro:
“Al menos dígame la respuesta, ¿cuál
es ese animal?” El hombre feliz dijo: “Yo tampoco lo
sé, así que le regalaré un consejo: ‘De
la vida, al igual que de los libros, a diario aprendemos’.”
Adaptación de un cuento cubano
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