i alguna vez hemos transitado por el centro de nuestra ciudad, seguramente hemos visto a algún niño bajo los efectos de la droga.
Quizá nos haya pedido un peso, y más de uno de nosotros lo hemos evitado por temor a ser agredidos o asaltados. No es para menos, pues con frecuencia nos han enseñado que estos niños y jóvenes son peligrosos.
Pero ¿qué pasa cuando el mejor amigo de tu hijo, ese joven de dieciséis años al que tú considerabas un buen chico, ha dejado de asistir a la prepa y le has visto drogarse con otros? No es un niño sucio y estás seguro que no te agredirá, entonces, ¿por qué tratas de alejar a tu hijo de esa "mala influencia"? ¿Acaso su condición de consumidor es suficiente para que le adjudiques todos los defectos? ¿Acaso ahora tienes que rechazarlo para evitar que tu hijo también se drogue? Como padre le habrás dicho que las drogas son malas; junto a tus recomendaciones están los anuncios de la televisión y, al igual que tú, muchos padres recomiendan y prohíben a sus hijos el consumo de sustancias dañinas; entonces, ¿por qué son cada vez más los adolescentes consumidores?
El frecuente consumo de drogas provoca consecuencias negativas para la salud y el bienestar individual y colectivo; sin embargo, la forma de prevenir su consumo no es sólo a través de mensajes e imágenes donde se muestren escenarios fúnebres e intimidatorios, es ligereza de juicio impedir ver qué hay detrás de cada adicto.
Para muchos de nosotros, evitar cualquier tipo de relación con algún adicto es una solución para "prevenirnos contra las drogas", sin embargo, hoy en día la droga no sólo se distribuye en los lugares antes comunes como los centros nocturnos y discoteques, sino también al salir del teatro, del cine y hasta de los centros educativos.
Para orientar a la población, los medios masivos –sobre todo los electrónicos–están implementando algunas campañas de prevención en las que el lema trata de incitar al receptor a una vida sin drogas, pero de nada sirven estos mensajes cuando tu hijo convive con niños adictos, o cuando él está siempre solo porque no le dedicas el tiempo que necesita.
Uno de los grandes obstáculos en campañas de ese tipo es que están dedicadas a los adolescentes, quienes se encuentran en una edad en la que necesitan conocer y enfrentarse a la vida a partir de sus propias experiencias.
Para concientizarlos sobre el problema se requiere informar, orientar y motivar a un cambio de actitud que parta desde la identificación de las adicciones como un problema multifactorial, que puede prevenirse desde la familia a partir de la forma en que nos relacionamos con nuestros hijos, con nosotros mismos y con los demás, hasta tener la capacidad de brindar servicios y apoyos para la rehabilitación.
Los alcances que tienen los medios de comunicación podrían ser una fuente de apoyo en programas de prevención, no sólo de drogas, sino de cualquier otro problema de salud.
Sin embargo, dadas las características de los mensajes actuales, son pocos los alcances al respecto, no van más allá de la prohibición y de la relación droga-muerte.
Ante esta realidad, la estrategia a seguir parece que no es la de rechazar las "malas compañías" ni reforzar la idea de que las "drogas destruyen" y que "es mejor vivir sin drogas", más bien podemos centrarnos en evaluar cuáles son los factores que ponen en riesgo a los adolescentes, para atender y prevenir a partir de acciones concretas.
No es suficiente conocer las consecuencias mortales de las drogas, también debemos concientizarnos de que éstas son un problema individual, familiar y social, originado por varios factores como la baja autoestima, el abandono de los hijos, la falta o poca comunicación entre padres e hijos, el maltrato, la depresión, la falta de oportunidades para desarrollarse, la soledad, el desamor, la curiosidad, el rechazo, las carencias económicas, la falta de una identidad propia, etcétera. Por eso yo lo invito a que la próxima vez que veamos un mensaje antidrogas, tratemos de cuestionarnos los verdaderos alcances que podemos tener si continuamos prohibiendo, en vez de prevenir a través de acciones concretas, que subsanen nuestras necesidades a lo largo de nuestra vida. Quizá mejor debemos aprovechar estos mensajes para preguntarnos: ¿qué estoy haciendo como padre, maestro, abuelo, tío, para que la gente cercana a mí no consuma drogas?

Clara León Ríos. "Prohibir, no es la solución", en Revista Liben Addictus
Núm. 22, Año 4 de septiembre
de 1998, p. 22-23.