Obras teatrales contemporáneas

Disfruta a través de la lectura del fragmento de la obra.

Introducción

Rosario Castellanos escribió un drama a sugerencia de unos amigos suyos que le sugirieron que planteara desde el escenario la problemática de la mujer mexicana que vive "en un mundo condicionado por varones". Ella cumplió con escribir humorísticamente el drama cuando era embajadora en Israel, desde donde lo envió.

Reseña

Obra original que capta la atención del lector inmediatamente, por su sencillo lenguaje y crea identificación en las mujeres solteras y las amas de casa.

El texto, como se avisa desde el principio, es el de una farsa que, en ciertos momentos, se enternece, se intelectualiza o, por el contrario, se torna grotesca. El drama, como una caja china, va presentando varios niveles de percepción. La acción más externa tiene lugar en un salón de belleza en donde las mujeres pasan muchas horas; un ingenioso invento adjunta un aparatito que induce sueños por la secadora eléctrica. Esto da lugar a que los tres actos vayan descascarando niveles de la realidad de consumo hasta ir penetrando en el meollo mismo: la mujer individual versus su imagen superpuesta.

Todo inicia cuando una joven llamada Lupita va a un salón de belleza a que le hagan un peinado para su boda. Entonces, llega un vendedor a dicho salón y ofrece a la dueña un chip, que conectado a la secadora produce sueños.

La peinadora, en un descuido de Lupita, lo coloca en la secadora; dicho chip a Lupita le produce diferentes sueños de lo que será su vida futura, por lo que tomará una importante decisión.

 

Rosario Castellanos (1925-1974)

Nació en la ciudad de México el 25 de mayo de 1925, pero creció en Comitán, Chiapas, al extremo sur del territorio nacional. Cursó la licenciatura y la maestría en filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México y posteriormente realizó cursos de postgrado en Madrid, España, con una beca del Instituto de Cultura Hispánica. En 1954 fue becada por la Fundación Rockefeller en el Centro Mexicano de Escritores. En 1958 recibió el Premio Chiapas por Balún Canán y tres años después el Premio Xavier Villaurrutia por Ciudad real. Posteriormente recibió otros galardones, entre los que destacan el Premio Sor Juana Inés de la Cruz (1962), el Premio Carlos Trouyet de Letras (1967) y el Premio Elías Sourasky de Letras (1972).

Sus últimos años los dedicó al servicio exterior. Fue nombrada embajadora de México en Israel en 1971. Falleció en Tel Aviv el 7 de agosto de 1974, a consecuencia de una descarga eléctrica provocada por una lámpara.

(Farsa)

Reflexiona:

¿Qué te sugiere el título de esta obra?

¿En qué te apoya la palabra farsa para saber de qué trata la obra?

PERSONAJES

Los que aparezcan. Pero serán suficientes diez actores "siete mujeres y tres hombres", siempre y cuando sean versátiles y comprendan que se trata de un texto no de caracteres sino de situaciones.

Esto quiere decir que los protagonistas han de definirse por las acciones (que, a veces, serán únicas), por las palabras (que no serán muy abundantes) y, fundamentalmente, por su vestuario y por el ambiente en que se mueven.

La resolución de este problema recae sobre el encargado de la decoración. No tratará, en ningún momento, de ser realista, sino de captar la esencia, el rasgo definitivo de una persona, de una moda, de una época. Es aconsejable la exageración, de la misma manera que la usan los caricaturistas, a quienes les bastan unas cuantas líneas para que el público identifique a los modelos en los que se inspiraron sus figuras.

El texto, como se avisa desde el principio, es el de una farsa que, en ciertos momentos, se enternece, se intelectualiza o, por el contrario, se torna grotesca. El equilibrio de estos elementos, el mantenimiento de un tono general y, sobre todo, el ritmo en el desarrollo de la trama, ha de lograrlos el director.

Y yo agradecería que el equipo entero de trabajo no olvidara la frase de Cortázar que bien podía haberme servido de epígrafe y que afirma que la risa ha cavado siempre más túneles que las lágrimas.

PRIMER ACTO

OBERTURA

Un salón de belleza en una colonia residencial de la clase media mexicana en el Distrito Federal. Hay que acentuar el aspecto marciano de las clientes metidas dentro de los secadores. La peinadora está terminando de colocar los tubos, la red, los protectores contra el calor en las orejas de una cliente. La dueña vigila, con ojo de águila, el correcto funcionamiento de su negocio. Se abre la puerta para dar paso al agente de ventas, viejo conocido en esos rumbos, con quien se intercambian los gestos rituales de saludo. La dueña lo lleva a un sitio en el que puedan, cómodamente, discutir y anotar el pedido. El agente saca de su portafolio su as de triunfo: un nuevo catálogo.

Esta vez, señora, se trata de algo sensacional, inaudito, insólito: un producto nuevo.

(La peinadora, que ha conducido a la mujer con la que se trabajaba al secador, se acerca a escuchar con curiosidad. A la dueña, obviamente, le parece una falta de respeto. Pero no se atreve a protestar, ni contra la presencia de la peinadora, ni contra sus intervenciones, que siempre le parecen insolentes, por miedo a quedarse sin nadie que le sirva. Éstas son, por lo pronto, las consecuencias que se resienten, en carne propia, de la etapa del despegue en el proceso de desarrollo en un país del tercer mundo)

(Asombrada y complacida) ¿Otro?
(Con reproche) Pero si todavía no hemos acabado de pagar los abonos del último producto nuevo que usted nos trajo. Hace justamente dos meses.
El progreso va rápido, señora, y nadie podrá detenerlo. En cuanto al aparato viejo, si es eso lo que la preocupa, la compañía lo toma como enganche del nuevo. Lo demás, ya lo sabe usted, que es mi cliente consentida. Usted paga como quiere y cuando quiere.
¿Y si, de veras, no quiere?
No hay problema. La fianza que se deposita al principio nos cubre contra todas las eventualidades.
Abusados, ¿no?
En los países latinos, donde el tullido es alambrista, son frecuentes los cambios de voluntad, de domicilio, de nombre, de temperatura y hasta de gobierno. La casa se ve obligada a tomar sus precauciones...
¡A poco es la Casa Blanca!

(A la peinadora, áspera) ¡No seas metiche!
(Impávido, prosiguiendo su lección aprendida de memoria) Los managers de nuestra compañía han tenido en cuenta las peculiaridades de la clientela al diseñar su sistema de crédito para estar a salvo de cualquier contingencia.
¿Quién está a salvo?
La compañía... digo, la clientela. (Volviéndose a la dueña y refiriéndose a la peinadora) ¡Qué muchacha tan simpática! ¿Dónde aprendió a hacer preguntas?

Reflexiona:

¿Qué pretende el agente con su actitud?

¿Cómo crees que continúe la obra?

En un lugar distinto a donde a usted le enseñaron las respuestas. Por eso es que no coincidimos.
(Con risa de conejo, a la dueña) Señora, ¿no tendría usted inconveniente en invitarme a tomar una taza de café? Me encantaría que lo preparara la señorita, que tiene unas manos de hada.
¿No prefiere usted que yo le haga un té con hojitas de tenme acá? (Sin esperar la respuesta, se va) [...]

Reflexiona:

¿Por qué crees que al agente no le gustan las preguntas de la peinadora?

¿Por qué prefería que se retire y no que se quede en la conversación?

Con este aparato que le voy a mostrar. (Deshace un paquete y muestra algún diminuto dispositivo electrónico)
(Decepcionada) ¿Esa pulga?
¿Para qué sirve?
Para colocarse en donde se genera la corriente eléctrica del secador. Aparte de emitir unas vibraciones que amortiguan la sensación no placentera del secado "el ruido, el calor, el aislamiento, etc." cumple una función positiva. Yo diría: extremadamente positiva. Induce sueños.

Reflexiona:

¿Qué opinas de lo que dice el agente?

¿Cómo continuará la obra?

¿Sueños?
¡Maravillosos sueños! Durante todo el tiempo que la cliente está sometida a la acción de este aparato sueña.
¿Y qué sueña?
Lo que quiera. Mire, aquí, operando este botón, se obtiene el control absoluto del material. Hay un catálogo completo de variantes [...] en fin, hay para todas las situaciones y para todos los gustos. [...]¡Pruébelo! No se arrepentirá.
¿Por qué no lo estrenamos con Lupita? Sería como una especie de regalo. (Al agente) Se trata de una ocasión muy especial: viene hoy a peinarse para su boda.
Tenemos exactamente lo que se necesita en esos casos. ¿Dónde quiere que se lo coloque? [...]
Sí. En ese punto que dice: ¿Qué me reserva el porvenir?
(Todavía aprensiva) ¿No será muy arriesgado?
Por favor señora, ¡no me ofenda! ¿Quién cree usted que planeó ese sueño? ¿Una persona muy común y corriente? De ningún modo. ¿Un genio? Tampoco. El primero es muy limitado; el segundo está loco. Entonces recurrimos a algo mejor que los dos juntos: una máquina, una computadora, un cerebro electrónico. Lo que no puede equivocarse nunca. El sueño será placentero. Y ahora (Transfigurado por sus atavismos en maestro de ceremonias del Salón México), querido público, vamos a tener el gusto de dedicar nuestra pieza. ¿Qué me reserva el porvenir? Con especial dedicatoria a nuestra dilecta amiga Lupita y personas que la acompañan. ¡Hey, familia!...

Oprime el botón Danzón y escúchalo con atención, imagínate bailando. ¿A quién te recuerda?

Reflexiona:

¿Qué palabra sigue a la expresión de ¡Hey!, familia...?

Si tuvieras que elegir la música, ¿qué danzón elegirías?

¿Qué crees que va a pasar?

Lee con atención.

LUNA DE MIEL

En un sofá, cubierta con un velo y vestida con el más convencional y pomposo traje de novia "al fin y al cabo es para una sola vez en la vida" está Lupita. En la cola del traje hay una mancha de sangre que no resultaría muy visible si ella no arreglara cuidadosamente los pliegues de modo que la mancha resalte a la vista. Mientras ella se ocupa de este menester, con una virtuosa minuciosidad, Juan, el marido, se pasea como fiera enjaulada. Fuera de una trusa color carne "que ha de producir, lo más posible, una impresión de desnudez" no tiene puesto más que el sombrero de copa, el cuello duro, la corbata de plastrón, los puños almidonados, abrochados con vistosas mancuernas, los calcetines altos y zapatos de charol. Gesticula, como si hiciera cuentas con los dedos y, por fin, se decide a consultar una especie de enorme código abierto sobre un facistol. Con una pluma de ganso va poniendo una palomita en aquello que ya ha sido consumado. [...]

Reflexiona:

¿Por qué crees que Lupita actúa de esa forma?

¿Qué dirá ante el micrófono?

La noche de su alternativa, y después de una faena inolvidable, el diestro se tiró a matar. De una sola estocada rindió al burel que tan noblemente se prestó al juego. La multitud agitó pañuelos blancos reclamando, para el diestro, orejas y rabo, los que le fueron concedidos después de varias vueltas al ruedo.

Se extingue la voz. Lupita hace una reverencia al público que aplaude, simula arrojar los trofeos y vuelve adonde estaba: su casa. [...]

Lupita actúa lo que dice, auxiliada por el sacudidor y la escoba, y se encuentra tan absorta en lo que hace que no se da cuenta de que se abrió la puerta para dar paso a su mamá, una señora muy cargada de razones.

Oprime en los Personajes Mamá y Lupita y escucha con atención el diálogo entre ellas.

(Escandalizada) ¡Lupita!
(Feliz. Corre a abrazarla) ¡Qué padre que viniste! ¡Ayúdame a sacarlo en hombros!
¿Estás loca? ¿Es ése el comportamiento digno de una señora?
Soy muy feliz, mamá.
Allí está precisamente tu error. Una señora decente no tiene ningún motivo para ser feliz... y si lo tiene, lo disimula. Hay que tener en cuenta que su inocencia ha sido mancillada, su pudor violado. Ave de sacrificio, ella acaba de inmolarse para satisfacer los brutales apetitos de la bestia.
¿Cuál bestia?

El marido, claro. Y no, no me vayas a salir con que te gustó porque voy a pensar que todos los esfuerzos que hice por educarte fueron vanos. [...]
Estaba contenta, mamá, pero no por lo que tú imaginas. ¡Dios me libre y me guarde! Estaba contenta porque parece que... parece que estoy esperando.
(Próxima al soponcio) ¡Jesús, María y José! ¿Esperando? ¿Y en esas fachas? Aflójate inmediatamente el cinturón, antes de que te provoque un aborto. Necesitas una bata cómoda. Hay que dejar, desde el principio, que el niño crezca a su gusto. (Hace lo que dice) Así. ¿No te sientes mejor? No, no; te lo estoy viendo en la cara: tienes náusea, una náusea horrible, ¿verdad?
No.
(Comenzando a preocuparse) No puede ser. Pero hay remedio. Vamos a arreglarlo ahora mismo, no te apures. Bébete esto.
(Mirando el vaso lleno de una sustancia de la que desconfía) ¿Qué es?
Agua tibia con sal. [...]

Lupita da unos cuantos tragos, tira el vaso y trata de evitar el espasmo de asco que se apodera de ella [...]

Reflexiona:

¿Por qué crees que tiene esa reacción Lupita?

¿Qué pasará con Juan?

Santas y muy buenas tardes tengan sus mercedes.
(Violenta): No te hagas el chistoso. Entras hablando así, como si en tu vida hubieras roto un plato. ¡Irresponsable! ¡Monstruo!
¿Yo? [...]
(Conciliadora, a Juan) No le haga usted caso. Es que se siente un poco mal. Como está en estado... [...]
(A la mamá, alarmado) ¿Está delicada?
Muy, muy delicada. [...]
(Resentido) Pero... no entiendo. ¿Por qué me odia así? ¿Qué tiene?
Antojos.
¿Antojos?
Y si no se cumplen inmediata y escrupulosamente, el niño va a nacer muy mal. Con una mancha en la cara, con labio leporino...
¡No lo permita Dios! Lupita, por favor, rápido, dime, rápido, qué es lo que se te antoja para ir a traértelo, pero de inmediato, o antes si es posible. [...]

Oprime el botón Sueños y lee con atención.

LA CRUDA REALIDAD

Sala de recibir de un matrimonio de la clase media. Los muebles comienzan a deteriorarse por la agresividad constante de los niños y la infructuosa lucha del ama de casa por mantenerlos "presentables". El ama de casa, Lupita, acaba de perder un round más en esta pelea desigual y se recupera sentándose en el sillón más cómodo. Su aspecto físico hace juego con el de los muebles. Tubos en la cabeza, cara embarrada de crema rejuvenecedora, bata que conoció mejores días. Para hacerse la ilusión de que descansa se pone a leer una revista para mujeres y come chocolates que no van a contribuir a mejorar su aspecto. En el cuarto contiguo se oye el ruido de dos niños -varón y hembrecita como se dice- que pelean. Mechudos y sucios, se asoman alternativa y fugazmente.

¡Mamá! ¡Juanito me pellizcó!
(Sin interrumpir su lectura ni dejar de satisfacer su gula) Rasgúñalo tú para que queden parejos.
(Se oye de inmediato un alarido, y aparece Juanito) ¡Mamá! ¡Lupita me rasguñó!
Pellízcala. ¿Qué no se te ocurre nada?

(Juanito se marcha y cumple la orden. Sobreviene el alarido correspondiente) [...]

[...] (Oscuro. Al prenderse la luz, estamos de nuevo en el salón de belleza. La dueña y la peinadora corren a desconectar el secador bajo el cual se encontraba Lupita y la ayudan a salir. Tambaleándose, sostenida por sus salvadoras) [...]

[...] (Cuando la luz vuelve a encenderse encontramos a Lupita, con aire todavía de extraviada, frente a un museo de cera en el que, en una serie de nichos, se encuentran representadas de la manera más convencional posible la Malinche, Sor Juana, doña Josefa Ortiz de Domínguez, la Emperatriz Carlota, Rosario de la Peña y la Adelita. Resucitadas por el escándalo, salen de sus nichos)

Oprime el botón Sueños y lee con atención lo que le sucedió a Lupita en el Museo de cera.

(Llevándose las manos a la cabeza) ¡Dios mío! ¿Es que no se puede vivir tranquila ni siquiera en un museo? ¿Hasta aquí ha de venir a perseguirme el rumor de comunidad que, como un tábano, me atormentó durante toda la vida?
¡Rumor de comunidad! ¡Melindres de monja! Ya te hubiera yo querido ver en la mera bola: cañonazos, trenes que volaban por el aire, cargas de caballería. ¿Y todo para qué? Para que tú te pasees (Señalando sus hábitos monjiles) disfrazada de espantapájaros, como si la Constitución no existiera.
(Enérgica) Respete usted esos hábitos, que son sagrados.
No es cuestión de respeto; es, como de costumbre en este país, una falta completa de modales. (A la Adelita) ¿Cómo se atreve usted a dirigirle la palabra a quien no le ha sido ni siquiera presentada?

Reflexiona:

¿Cómo reaccionarías si al estar en un museo te sucedieran hechos como estos?

(Tratando de mediar) Quizá se conozcan de antes.
¿Yo? ¿Conocer a ésta? Ni de nombre.
(Irónica) ¡Tal es la posteridad para la que yo escribí!
(Apelando a los sentimientos de caridad y refiriéndose a la Adelita) La pobre no sabe ni siquiera leer. Es una analfabeta total. Yo, en cambio, he tenido el privilegio de ser su lectora. (A Sor Juana) ¡Y la admiro tanto!
(Sin hacer caso del elogio, mirando a la Adelita y a la Malinche) Pero tal ignorancia hay que remediarla de algún modo. (Súbitamente inspirada) ¿Por qué no jugamos a la escuelita? (Todas reaccionan en contra, cada una a su manera. Sobre el coro de exclamaciones negativas se impone la voz de Lupita)
Creo que aquí la única que tiene derecho a opinar soy yo porque pagué mi boleto. Y quiero que me den lo que me prometieron: un espectáculo no una clase.
(Soñadora) Pero tú también tienes que tomar parte. Cada una de nosotras escogerá un momento culminante de su vida. Y tú tendrás que identificarnos. Josefa: No va a ser difícil. ¡Somos tan pocas las mujeres mexicanas que hemos pasado a la historia!
Va a ser difícil. Porque nos hicieron pasar bajo las horcas caudinas de una versión estereotipada y oficial. Y ahora vamos a presentarnos como lo que fuimos. O, por lo menos, como lo que creemos que fuimos. [...]
Mejor. Ahora los dos juntan sus fuerzas y a darle, como en las posadas se le da a la piñata.
¿Cuál es la piñata?
¿Pos qué no la ve? Panzona, meciéndose muy por encima de todos. ¡La piñata son los ricos!
Pero contra quienes andamos dando palos de ciego es contra los otros pobres como nosotros.
Eso nos pasa por ignorantes. Pero si hacemos un plan... (Va a la mesa. Retira la botella y las copas y mira la superficie vacía) Aquí lo que debería de haber es un papel. (Oscuro. Cambio al museo de cera)
Hubo un papel, muchos papeles. Con el precio módico de diez millones de muertos logramos convertir a México en un inmenso archivero.
Pero los libros de historia dicen que la Revolución triunfó.
(Señalando a Lupita) Si hubiera triunfado, ¿estaría esta muchacha aquí? ¿Existirían aún muchachas como ella, con padres como los de ella, con novios como el de ella, con vida como la de ella?
(Fuera de sí) Pues cuando me comparo con ustedes, con cualquiera de ustedes, pienso que tuve mucha suerte y que me saqué la lotería y que...

(Chisporroteo y oscuridad total. Las sombras dejan adivinar que hemos vuelto al salón de belleza)

¡Lo que nos faltaba! Un apagón.
Y mi pelo está todavía húmedo y no pueden peinarme y hoy me caso y... Dios mío, ¿qué voy a hacer, Dios mío? ¿Qué voy a hacer?

Reflexiona:

¿Qué crees que pasará en el tercer acto?

¿Qué otro pasaje crees que va a vivir Lupita?

TERCER ACTO

Al descorrerse el telón estamos de nuevo en el salón de belleza, todavía a oscuras a causa del cortocircuito. Se escuchan los sollozos entrecortados de Lupita y los consuelos convencionales de la dueña, de la peinadora y de las otras clientes. Alguien prende un cerillo; la peinadora encuentra, por fin, una vela, que coloca estratégicamente de modo que ilumine una acción que no es otra que Lupita arrancándose, con furia, los tubos. Su pelo húmedo, se viene abajo, desordenado y feo. Con tal materia prima no hay nada que hacer y nadie pretende encubrir hecho tan evidente. Lupita se contempla y echa a llorar a moco tendido.

Reflexiona:

¿En qué se parece lo que pensaste a lo que se describió?

¡Es el colmo! ¡El colmo! Nunca me había ocurrido nada semejante en los días de mi vida. Primero la pesadilla, mejor dicho, las pesadillas, porque fueron muchas. Y luego, para acabarla de amolar, el cortocircuito. [...]
(Saltando de gusto): ¿Pero cómo no se nos había ocurrido? ¡La solución es facilísima! (A Lupita) ¿Por qué no se pone una peluca? Precisamente acabamos de recibir una colección preciosa. Y usted puede probarse todas y quedarse con la que le siente mejor. [...]

(Oscuro: Otra vez el salón de belleza. Lupita se apresura a quitarse la peluca) [...]

(Oscuro: Calle. Un farol. Lupita, pintarrajeada y con uniforme de prostituta, se apoya contra el farol en una muy convencional actitud de espera. Fuma. Pasea contoneándose como los boxeadores que hacen "sombra" antes del encuentro real con el adversario. Vuelve a su sitio. De pronto aparece, también con su respectivo uniforme, el Cinturita. A lo lejos se oye, con perfecta claridad, al músico poeta tosiendo una de sus grandes creaciones) [...]

Reflexiona:

¿Cómo crees que va a reaccionar Lupita en este pasaje?

(Se acerca, sinuosamente, a su presa) Buenas noches, señorita. ¿Me haría usted el favor de darme la hora?
(Inexperta) Discúlpeme usted, joven pero no tengo reloj.
¿Todavía no alcanza a tener reloj, o ya se lo robaron? Ay, señorita, señorita, por más prisa que uno se da, siempre se corre el riesgo de llegar demasiado tarde.
¿Tarde para qué?
Para protegerla. ¿Cómo se le ocurren tamañas imprudencias? Andar a deshoras de la noche y por estos rumbos... Cualquiera puede equivocarse y tomarla por lo que usted no es.
Pero sí soy. Tengo mi licencia de salubridad y todo.
Digo... equivocarse pensando que es usted una estudiante, una secretaria, una hija de familia. No todos tienen el ojo clínico que tengo yo.
Y suponiendo que se equivocan, ¿qué?
¿Cómo qué? Pueden robarle el reloj... o lo que traiga. Las mujeres, como usted sabe por experiencia, no deben andar solas, sino siempre bajo mano de hombre. Y usted, ¿para qué va a meterse entre las patas de los caballos cuando aquí tiene a su mero papachón?

(El Cinturita intenta abrazar a la neófita sin advertir que otra prostituta ha estado observando la escena y aproximándose paulatina y amenazadoramente a los dos)

Reflexiona:

¿Qué crees que va a ocurrir en este momento?

(Al Cinturita) El mero, mero papachón, ¿de quién?
(Grosero) Quítese de aquí, vieja jija. ¿Qué no ve que estoy en los business?
(Sin dejarse impresionar por el término técnico) Yo lo único que veo es que una jija de la rejija se ha venido a parar a mi poste y anda haciendo maniobras para quitarme a mi hombre. [...]
Con que el señor es muy popular.
Lo que pasa es que uno tiene su personalidad. Además de que soy abusado, pero nunca abusivo. Si hago un buen trabajo, ¿por qué no he de ganar un buen sueldo?
¿No más por vigilar?
Y también por proteger. Si yo no hubiera estado presente cuando se le abalanzó la otra ya estaría usted, a estas horas, dándole cuentas a San Pedro. [...]

Oprime el botón Sueños y lee con  atención la carta que escribe Lupita a la doctora Corazón. Continúa con la lectura de la obra.

Doctora Corazón:

¿Se atreverá usted a publicar esta carta en su columna? Porque no es una petición de consejo, sino una declaración de principios: es el amor, sí, el amor, lo único por lo que vale la pena vivir. Muchas mujeres lo intuyen, con el sexto sentido con que las dotó la naturaleza. Pero prefieren obedecer los convencionalismos de una sociedad hipócrita, sencillamente hipócrita, que no se cuida más que de las apariencias. Hay otras que, pasando muy cerca del amor, no han sabido reconocerlo porque las ciega el egoísmo y el miedo. Y hay quienes, pobrecitas, nunca vieron su vida iluminada por ese rayo de sol, criaturas que se marchitaron, como un rosal enfermo, sin llegar nunca a florecer. A las primeras, mi desprecio; a las últimas, mi compasión. Porque yo, Doctora, yo he sido una de las elegidas del Dios Cupido. Yo conocí el amor y, como dice nuestro inmortal músico-poeta... ¡es muy hermoso! [...]

 

Selecciona las palabras farsa o realidad en los siguientes enunciados. Verifica tus respuestas:

   
farsa
realidad
1. Lupita pintarrajeada y con uniforme de prostituta.
2. Lupita se apresura a quitarse la peluca.
3. Lupita en el museo de cera.
4. Lupita se arranca la peluca y hace un berrinche.
5. Lupita escribe una carta a la Doctora Corazón.

(Doctoral) Señoras: en esta ocasión vamos a aplazar el tema que hasta ahora hemos venido desarrollando, o sea la función de la estípite en la arquitectura colonial de la Nueva España, para tocar otro tema que, si bien no es tan importante, sí es más urgente. Quiero, antes, hacerles una pregunta: ¿están ustedes al tanto de lo que ocurre, a ciencia y paciencia de las autoridades? ¿Qué nuestras más veneradas tradiciones, nuestros más caros símbolos, están siendo objeto de mofa en un teatro capitalino?
(A su vecina) ¿Contra quién hablan, tú?
Contra la que es el pilar de nuestra sociedad, contra la que transmite los valores en que nos sustentamos a las generaciones futuras, contra la que es el manantial de nuestra fuerza y nuestra entereza: contra la mujer mexicana.
¿Cuál mujer?
Yo diría contra la mujer, en abstracto. Pero el ataque es específico y va dirigido contra la abnegación de las madres; contra la virtud de las esposas; contra la castidad de las novias; es decir, contra nuestros atributos proverbiales, atributos en los que se fincan nuestras instituciones más sólidas: la familia, la religión, la patria.
No ha de ser importante, cuando no lo prohíbe la censura.
Porque, en tanto que país democrático, somos respetuosos de la libertad de expresión. Pero esto no es libertad: es libertinaje. [...]

(Enfurecida, Lupita se quita la peluca y la arroja al suelo y la pisotea. Oscuro momentáneo. Cuando vuelve la luz, estamos nuevamente en el salón de belleza, pero Lupita continúa haciendo su berrinche a pesar de que tratan de impedírselo las otras clientes, la peinadora y la dueña. Por fin, esta última logra recuperar " hecha un asco, naturalmente" la peluca)

¡Ésta sí que me la paga! Mire nomás cómo me la dejó. Y todavía ha de querer que le probemos otra. Pues se equivoca. No hay más cera que la que arde, y yo no tolero insolencias en un salón que es exclusivo para señoras decentes. ¡Largo de aquí antes de que yo me olvide de quién soy y le dé su merecido! ¡Largo de aquí!

Reflexiona:

¿Cómo crees que va a reaccionar Lupita?

(Incoherente) Pero si no estoy peinada.
¿Y a mí qué me importa?
Es que me iba yo a casar...
Tanto peor para usted. Si no le gusta nada de lo que se le ofrece, pues péinese usted sola como se le dé la regalada gana.
(Viendo la batalla perdida, se vuelve retadora) ¿Y qué cree que no puedo?
Eso no me importa. A mí me paga lo que me debe y ya. Lo demás es su problema.
(Azorada, mirando al público como quien busca auxilio): ¿Mi problema? (Se jala las mechas y vuelve a patalear) ¿Mi problema? ¡Chin!

¿Cómo se llamó la obra?

Continúa con la Actividad 2, del tema 1, de la Unidad 4.